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Pero ahí no acabó todo, porque acto seguido Gutiérrez presentó con gran cachaza y salero a la fluorescente cantante cubana Lucrecia, cuya presencia en Jazz San Javier junto al sexteto era debida a una propuesta personal del director del festival, Alberto Nieto. Una extraña y aparentemente inverosímil simbiosis que sin embargo funcionó a la perfección. Porque en verdad que nunca antes había escuchado una sucesión de boleros tan archiconocidos como “Piel canela”, “Sabor a mí”, “Quizás”, “Dos gardenias” o “Contigo aprendí” arreglados y ejecutados de una forma tan originalmente jazzística, con ritmos y armonías inusitadas. Bolero puro más jazz puro. José Luis Gutiérrez y Lucrecia pusieron todo de su parte para conectar entre sí. Y vaya si lo consiguieron. Improvisaron con soltura y con donaire hasta el delirio, y con una valentía y un ardor verbal y musical realmente extraordinarios. Pocas veces he visto al público de Jazz San Javier reír y disfrutar tanto. Me gustaron especialmente las versiones de “Sabor a mí” y “Dos gardenias”, este último introducido por Gutiérrez con una flauta de caña a la que extrajo sonidos imposibles soplando en todos sus orificios y rendijas y creando una atmósfera sumamente oriental. Y no puedo dejar de destacar la magistral versión de “Nostalgia” que Lucrecia cantó en solitario acompañándose ella misma con el piano. Ni tampoco, por supuesto, la impecable labor de todos y cada uno de los músicos y la dinámica que juntos generaron.
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